A quien pueda interesar.

¿Tienes unos minutos? A veces solo quiero conversar. Sobre todo días como hoy, en los que hace falta una sopita de pollo para el alma. Hace calor. Y aunque ya es mediados de mayo aún no llega la lluvia. Es un típico domingo de letargo, donde se escucha hasta la respiración de los vecinos. Hay silencio. Aún cuando internamente los ecos retumban.
Es como estar preso. Pensar y pensar con el solo propósito de conservar la lucidez. Pero no sirve de mucho cuando se piensa repetidamente sobre la misma cosa. Es sentirse cercano a la locura, y de pronto ser rescatado del borde del abismo por la voz de la conciencia. Así como cuando tienes esa sensación de caer en un sueño y súbitamente despiertas.
Todavía duermo. Eso es positivo. Porque si te acuerdas, estos días suelen ser de mucho desvelo. Pero no me hace bien. Y quizá sea que ya el paso de los años pesa y no hay mucha voluntad para quedarse despierto dándole vueltas a la misma idea. El apetito es distinto. Puedo controlar casi cualquier antojo. No hemos llegado tan lejos. No aún. ¿Recuerdas también que la última vez preguntabas sobre la dieta? Ni te imaginabas que un alma atribulada es el mejor suplemento alimenticio.
El cuadro clínico es todavía impreciso. Pero los síntomas se van dando de a poco.
¿Y tú, como has estado? Pregunto por cortesía, pero supongo que bien. Siempre que no apareces me imagino que andas ocupado en algo. No necesariamente pensando una y otra vez en lo mismo, como me encuentro yo.
La cantidad de cigarrillos ha vuelto a aumentar. Son proporcionales a la angustia, he de suponer. ¿Te otorgan a ti esa indulgencia? Es que no conozco bien como es todo por allá.
Te preguntas por que escribo, lo sé. Es que cuando a uno se le acumulan las tristezas, las palabras alivian.
Es curioso, porque uno las va guardando como trastos viejos y olvidados, hasta que ves que son tan vigentes como siempre. Supongo que no te cuento nada nuevo.
Seguro que entiendes esa necesidad de apagar el mundo. De que te dejen solo. Aunque corras el riesgo de escucharte. Pero es que el tedio de la conversación simple molesta. Escuchas los murmullos externos pero no los comprendes, porque entre mantener el ritmo de la respiración y contar los latidos del corazón hay mas de un proceso fisiológico que vas reprimiendo mientras mentalmente repasas las mismas preguntas. Y el miedo. Ese que ya conoces. Ese que aún yo no acepto pero del que tu te hallas liberado. Porque después de un tiempo ya no se siente, ¿verdad?
No me preguntes nada de lo que no pueda responder. Solo eso te pido.
Te contaba de los latidos. Es extraño porque de repente el corazón se acelera como si corriera de prisa. Y hay otra veces que parece que entre latido y latido transcurre una eternidad. Cosas locas, pero ciertas.
He estado leyendo. Un poco para distraerme. Pero ya voy perdiendo esa capacidad de concentrarme en hacer ciertas tareas. De repente me doy cuenta que voy al final de la página y no tengo idea de lo que acabo de leer. Tengo muchas historias a medio empezar.
Así, tengo también otros finales sin principio. Complicado, lo sé.
Desintoxicar el espíritu es un proceso largo. Drenar ese veneno que uno mismo produce cuesta. Es casi tan lento como una vía de suero, pero a la inversa. Gota a gota. Purgar la mente no es tan sencillo.
¿Te imaginas si la historia fuera diferente? Yo todos los días. Pero supongo también que es necesario. Porque uno no puede ir por la vida fingiendo. Entiendo que no conozcas que soy un tipo intenso. Y no lo aprecies negativamente. Puede ser una cualidad no bien administrada. Pero es que eso de ir sintiendo por inercia no es mi estilo. Y sobre todo porque tanto resguardo es inútil. Es una armardura. Como la oxidada de la historia. Y así como aquel video de nuestra juventud, cuando el soldado se acerca al lago a beber un poco de agua, con la insensatez del cansancio se despoja del peto. Justo en ese momento llega el flechazo, certero.
Uno vive la vida cerrando espacios, ¿no crees? Tratando de dar accesos con mucha cautela. Tal vez por eso aquello de la intensidad.
No me preguntes cual es el criterio que utilizo, pero ambos sabemos bien que es deficiente. No es tanta la habilidad del timador, como la imprudencia del mayordomo.
Sabíamos que llegaría hasta aquí. Porque tanta elocuencia es solo zarandear, evadir.
Algo curioso es que en otro tiempo la ansiedad era satisfacer apetitos. Hoy cuando se presentan mas de un par de oportunidades, como una oruga me repliego para evitar la molestia. Porque en este deplorable estado, hasta un orgasmo es inútil. Porque la vida abofetea con saña.
No creo que seas ajeno a ello tampoco. Mis vacíos no se han llenado ni con alcohol, drogas o sexo. Ha de ser porque al final la adultez llega sin aviso y sin protesto. Y has de comprender que hasta el desierto mas árido recibe lluvia de vez en cuando.
No sé de tu caso, pero infiero que en algún punto fue similar al mío. Una constante búsqueda de significados. Enigmas que se van  descifrando. Dolores que se van sintiendo. Y por eso tanto resguardo. Porque uno sabe que "si deja que le importe, todo lo que puede sentir es dolor". Y, seamos honestos, nadie quiere sentir dolor. Porque la medicina no ha creado analgésicos para los dolores del alma. Y a pesar que he aprendido que en ciertas ocasiones "se deja de sentir", hoy siento. Y el sinsabor es mas amargo que una noche entera después de veinte cigarrillos.
Toca hacer un inventario. De todo aquello que no quiero para saber que quiero. De que hay para saber que falta. Pero en tiempos de escasez, el hábito ha sido tomar lo que se encuentre por temor a que luego no haya. No sé si tu también viviste tiempos de escasez.
Empacar una maleta y viajar hasta el fin del mundo. No tanto para perderse de la realidad sino para encontrarse uno mismo, ¿me explico? Hay intentos de liberación que son perpetuos, solo menos convencionales.
A veces hay que dejar ir para poder retener. No a otros, sino a sí mismo. Y en eso, creo que puedas tener mayor experiencia.
Uno a veces no hace preguntas, porque implícitamente conoce las respuestas. Pero jugar a hacerse el desentendido es mucho mas eficaz a efectos de la experiencia.
Pero asegúrate tu de no volver a apegarte a este mundo caído, mientras yo confiadamente busco al Dr. Howard Mierzwiak. El tiene en mi un paciente buen dispuesto. No te preocupes, no le diré a nadie que me encuentre en Montauk.
Procura que nos volvamos a ver. No sé si te guste en quien me he convertido. No sería gran cosa, yo no me caigo muy bien a ratos tampoco. Pero disiparíamos todas tus dudas. Y quizá también, las mías.

https://youtu.be/WfzRlcnq_c0

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