Sed sobrios, y velad.
Cordura. Aunque haya caído mi alfil, mi caballo y mi torre. El buen estratega analiza al contrario, estudia sus movimientos, predice su táctica y espera. Aún en tiempos de peligro, la Reina se erige en calma. Soberbia. Inmóvil. Inventando alguna estratagema para liquidar al enemigo. Entonces avanza metódicamente hasta alcanzar su objetivo. Un peón no hace jaque. No es miedo a la derrota, ni desconocimiento del oponente, sino convicción de que la partida es finita. Por tanto, hay que jugar aunque tu única pieza este amenazada.
Estoy en un punto de mi vida en el cual puedo afirmar que no soy feliz. Tampoco me siento desdichado del todo. Es un sentimiento de eterna insatisfacción, de anhelo insaciable, de perpetua tristeza, aderezado por breves momentos de risa, placer y un cierto toque de locura. Hay días buenos, días malos, y días que solo son días.
“Es muy incómodo eso de no estar parado en ningún sitio, andando siempre con la nostalgia de ninguna parte. Exiliado en un tiempo que sé que no es mío. En la escuela de letras, algunos me llaman con sarcasmo: El alumbrado, quizá porque no entienden mi realidad mezquina, levantarse ausente todas las mañanas. Ver hacia ese otro lado de la cama, lejano, vacío, como a la espera de algo o alguien que no termina de llegar, sabiendo que mañana será igual. Estarse allí, sentado en el borde de la cama con la abulia ladrándote los huesos. Amarrar resignadamente el cordón del zapato, como un extraviado. Dejar que la imaginación se golpee ridícula por los rincones, hasta que al fin, te diriges al baño para encontrarte nuevamente con la cara fatua. Te cepillas los dientes, mientras en el espejo -de reojo y cínico- observa un ojo acusador: eres tú. Tú preguntándote por ese maldito quien soy yo. Un hombre sin oficio. Rumiar la ultima deserción, ¿cuántas van? Salir del cuarto, taciturno, para repetir otro día de ingrata dependencia comenzando con la frase de siempre: buenos días mamá.”
Creí ser siempre incomprendido. Creí estar destinado a una prisión eterna donde purgaría mi alma de culpas vicarias porque no las entendía ni asumía como propias. Creí en una expiación falsa. Hasta que comprendí que cada cual escoge sus cadenas, y por ello nadie necesita redención.
Es injusto que todo lo que siempre has querido este ambiguamente materializado: la plenitud de momentos gratos, la convergencia de mundos gastados en obsesiones ineneteligibles para el común de los mortales, aficiones y gustos, miedos y fracasos, victorias y derrotas afines y un evidente sentido de pertenecer a un orden superior no conocido, razón por la cual no encajamos en la ordinariez del entorno. Y en otro tabernáculo se incorpora todo objeto del deseo, pasiones, razón e intelecto, una justa cuota de cualidades físicas y psíquicas, exaltación de los sentidos, historias de un pasado que no ha sido cerrado, y una incertidumbre de que lo presente puede ser o no ser. Tener la plenitud de uno y la mezquindad de otro es probablemente la razón de mis conflictos. Es lo que despierta las voces que me persuaden con murmullos seductores a perderme en la obscuridad de mi espíritu, allí donde sé quien soy sin apariencias. Donde me doy libertad de sumirme en los pantanos de mi alma.
¿De qué sirve despojarse de corazas solo para yacer desnudo ante un huracán interno de preguntas sin respuestas?
"-El amor no debe pedir- dijo, ni tampoco exigir. Ha de tener la fuerza de encontrar en si mismo la certeza. En ese momento ya no se siente atraído, sino que atrae él mismo. Sinclair: su amor se siente atraído por mí. El día que me atraiga a sí, acudiré. No quiero hacer regalos. Quiero ser ganada".
No es una escaramuza contra un antagonista de voluntad débil. Es una batalla encarnizada contra un enemigo poderoso. Uno cede a sus primeras lisonjas. La conciencia no tarda en acallarse por completo. Nadie entra donde una puerta esta cerrada. Es como la fábula del camello y el viajero en el desierto. Primero el hocico, luego las patas, y al final el viajero no tenia tienda. Ceder espacios es poco brillante.
Nadie puede prever el futuro con precisión. La mejor manera es interpretar sucesos presentes. Nadie apuesta para perder. Nadie siembra para no cosechar. Acallemos las voces con vicios. Que toda angustia se consuma en el humo de los cigarrillos. Pongamos bálsamo en las heridas. Reinventemos el mundo aunque sea solo por un rato. Hay ficciones mucho mas gratificantes.
“…¡Basta!, no puedo. No quiero seguir martirizándome; me desangra tener que verter sobre el papel tan horribles recuerdos.”
El mago de la cara de vidrio - Eduardo Liendo
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