Dualidades

Demasiadas veces la misma historia como para no conocer el desenlace. Y demasiadas canciones para que la memoria no divague. Y demasiado masoquismo para no entrenarse a pensar conscientemente. Y demasiado camino en poco tiempo. Con demasiada expectativa por una realidad distinta. He allí el primer gran error de un largo listado de equivocaciones. Demasiadas para un solo ser humano, demasiadas para una sola vida. Y demasiado esperar de una sola persona, a quien no le correspondía suplir ninguna carencia, ni evitar ninguna decepción.

Hace un año, en medio de una profunda crisis personal, asumí un estilo de vida que mantuve un largo trecho. Y de cuya cosecha no recogí sino frutos amargos. Sin culpar a nadie, más que a mí mismo, por tratar de esconder basurita debajo de la alfombra. Hasta que, un trazo de emoción me hizo ponderar que valor estaba dándome como persona, y que imagen podía guardar ante mis familiares, amigos y conocidos, con una vida oscura llena de lo más vil de las pasiones humanas, y una a la luz que pretendía serena normalidad. Allí y entonces, decidí darle un break al asunto, para reencontrar una identidad que sabia extraviada, subyacente bajo esa forma de bestia depredadora animada por sus instinto carnal, que en parte soy, pero que no me define.

Dias mas tarde, a mi mundo desordenado llego el lobo vestido de blanca lana, como tierna oveja. Y la tierna oveja parecía andar en yermos, errante, triste y cansada. Un poco como yo.

Las diferencias parecían menos que las similitudes. Pero era más una distorsión de los hechos. Por aquello de tratar de convencerse a uno mismo que las historias que lee pueden no del todo ser ficción. Pero si de ficciones he aprendido, es que no son más que la idealización humana de lo que se concibe como inalcanzable. Y los idealismos son el germen de la desilusión.

Debe existir, sin embargo, alguna persona en el mundo con quien se coincida, no en todo, pero en algo. En la manera de ver la vida. No aislada de superficialidades, porque algunas veces es propicio un poco de liviandad ante esta puta vida que nos jode hasta la muerte. Pero si con una visión diferente, y una disposición de elevarse sobre ‘la norma’. A no ser el estereotipo. A haber caminado por la senda oscura, pero haber encontrado el coraje de sobreponerse al hecho simple de que todo en la vida es cíclico: crecimiento, auge, recesión y caída. Porque permanecer en un estado caído es no darse oportunidad de reencontrar ese ser dual, que no es solo carne, sangre y apetitos, sino espíritu, luz e inteligencia.  Y equilibrar ambas porciones, para que todo coexista en su justa medida. Sin desproporción ni con excesivo escrúpulo.

Quien soy yo, no tengo idea, pero trato de descubrirlo. Quien es, quizá sea el acertijo más inexplicable. Pero en este juego de ruleta rusa, las balas han sido dispuestas para que en mi turno, tarde o temprano, se dispare el arma. Solo en mi turno. Y tal vez no por mala suerte. Sino porque mi contrincante pueda haber jugado ya antes, y estar hace rato solo repitiendo, con acciones y palabras, lo que dice su epitafio.

As Hamlet said to Ophelia, "God has given you once face and you make yourself another. The battle between these two halves of identity... who we are and who we pretend to be... is unwinnable.
Just as there are two sides to every story, there are two sides to every person... one that we reveal to the world, and another we keep hidden inside. A duality governed by the balance of light and darkness. Within each of us is the capacity for both good and evil. But those who are able to blur the moral dividing line hold the true power.” ~Emily Thorne.

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