No necesito armar un biombo para pensar en vos
Técnicamente el día 21 no acaba. Aunque para la hora que finalmente se postee esta entrada ya sea el día 22. Importa poco porque ya por allá es el día 22 hace rato. Y por acá, el 21 ha sido medianamente largo.
Hay cosas que debes saber: que ha sido un esfuerzo infructuoso aquello de querer olvidarte. Que lamentablemente para mí, estás profundamente arraigado. Que no debo seguir esperando reciprocidad porque a fin de cuentas no la necesito. Eso no cambia en el modo mas mínimo lo que yo sienta o deje de sentir. Y por ahora no he dejado de sentir ni un poquitico.
Siento. Siento que, como a Elena, se me vienen los recuerdos, todos, en flashbacks únicos de alta definición. Siento que por más que trate de llenar ese vacío inmenso, no consigo a nadie porque no son tú. Siento que, instintivamente, voy a los mismos lugares que me hacen recordar incluso cada conversación. Siento que hablo de ti con la máxima cautela, para que nadie sepa que significas.
¿Y sabes qué? Creo que ya no me importa cómo o qué es lo que sientes tú. Mientras yo pueda, libremente, alimentar mis falsas esperanzas de tener algún día algo parecido a ti.
Ese día íbamos por sushi, y terminamos comiendo lomito. Y hablamos de tu soledad. Porque la mía se consumía por completo a tu lado. Y hablamos también del buen comer de los franceses. Y de las trufas que no son chocolate. Y de lo caras que son. Y de lo bien que te veías bajo esa luz.
Hoy caminé por esas mismas calles. Las que en tu último día recorrimos. No sé si recuerdas, pero nos despedimos de tu "depa" y de lo amargo que resultó para ti ese tiempo, mientras para mi significaba todo lo contrario. Y me respondiste cuando te dije que no todo había sido malo, "all good things come to an end". Vimos el video de closing times... Every new beginning comes from some other beginning's end. Y le dimos vueltas a la plaza como dos carajitos. Hablando tonterías sobre música, y de ça plan pour moi. Y yo sentía esa profunda tristeza de la despedida. Esa que aún no se me quita. Y veía los banquitos donde nos sentamos tantas veces a hablar de todo y de nada. Una vez tomando café con helado esa tarde de domingo, que parecia haber sido la mas triste de todas tus tardes, donde huias de del encierro, de los fantasmas que te acosaban, y recurrias a mi. Partimos hasta Campo Alegre hablando de tus viajes, de Martinica, de tu ex cuñada la junkie, y de lo feliz que te hace recordar esos momentos. Ese dia fue largamente hermoso. Creo que hablamos de todos los temas posibles, hasta muy tarde. Caminamos tanto ese dia! Como dejando atras alguna criatura que nos acosaba. No se cual seria la tuya. La mia era mi realidad. Recuerdo la limonada luego del "deporte", otro domingo mas temprano. Y la chicha del mercado con la cual nos burlábamos de los de la huelga de hambre. Y en mi cabeza, sonaban las notas del mistral gagnant... "Sentarme sobre un banco cinco minutos contigo. Hablar contigo de buenos momentos. Y escuchar tu risa. Y volar tan alto. Y decirte que al final se debe amar la vida y a uno mismo, incluso si el tiempo es asesino y lleva consigo la risa de los niños".
Y caminamos. Y cada paso era estar más cerca del adiós. Pareció eterno.
Y me dijiste que no eran 60 días. Y presumí que habías leído mi infame carta.
E hiciste lo mismo que yo la noche anterior. Arrancaste la pepita de la mata, y me dijiste que era tu turno, y me la lanzaste. Fue mi manera de decir que me harías una falta inmensa, solo para tontear. Que ya no jugaríamos a decir una palabra para buscar una canción que la dijese. Que no veríamos películas con un mensaje profundo. Que no escucharíamos tu música. Que no veríamos le journal du monde. Que no comeríamos el pollo "rostizado". Que simplemente era el fin de un ciclo. Quizá para ti fue solo una manera de ser idiotas a nuestro modo.
Hoy pasé por allá. Y volteé hacia arriba, solo para recordar como esperaba la llave, y como sorpresivamente la atajé cada vez. Hasta que no hizo más falta porque la tenía.
Esa última vez estuvimos en el sofá. Tu cabeza sobre mis piernas. Y mis ganas de que el tiempo no pasara. Tus fotos de narcotraficante en el pasaporte mexicano y el carnet de seguridad social francés. La tarjeta del metro, y la de las bicicletas. De lo cansado que estabas. Del silencio. Y de tenerte cerquita. De ese último beso donde repetimos tu viaje y solo me quedó decirte, cerquita al oído, "si, pero es demasiado tiempo". Y contenerme con toda la fuerza del mundo para no llorar como una niña.
Hoy hice exactamente el mismo recorrido de vuelta a casa. Con los recuerdos vivos. Con las nostalgias revueltas. Y dándome cuenta que sea el día que sea, no te vas a ir. Al menos no de mi memoria, donde fácilmente perdurarás aún cuando no exista ni la remota posibilidad de un nosotros. Y eso me atemoriza un poco. Porque no le das chance a nadie. Porque me pueden decir guapo cuantas veces quieran, y no resonará de la misma manera.
No, no haces milagros. No conviertes el agua en vino. No tienes una filosofía que transforme la humanidad. Y sin embargo mides mi tiempo en un antes y un después de ti.
"INTRAMUROS (Esta noche estoy solo )
Esta noche estoy solo. Mi compañero (algún día sabrás el nombre) está en la enfermería. Es buena gente, pero de vez en cuando no viene mal estar solo. Puedo reflexionar mejor. No necesito armar un biombo para pensar en vos. Dirás que cuatro años, cinco meses y catorce días son demasiado tiempo para reflexionar. Y es cierto. Pero no son demasiado tiempo para pensar en vos. Aprovecho para escribirte porque hay luna. Y la luna siempre me tranquiliza, es como un bálsamo. Además ilumina, así sea precariamente, el papel, y esto tiene su importancia porque a esta hora no tenemos luz eléctrica. En los dos primeros años ni siquiera tenía luna, así que no me quejo. Siempre hay alguien que está peor, como concluía Esopo. Y hasta peorísimo, como concluyo yo.
Es curioso. Cuando uno está afuera e imagina que, por una razón o por otra, puede pasar varios años entre cuatro paredes, piensa que no aguantaría, que eso sería sencillamente insoportable. No obstante, es soportable, ya se ve. Al menos yo lo he soportado. No niego haber pasado momentos de desesperación, además de aquellos en que la desesperación incluye sufrimiento físico. Pero ahora me refiero a la desesperación pura, cuando uno empieza a calcular, y el resultado es esta jornada de clausura, multiplicada por miles de días. No obstante, el cuerpo es más adaptable que el ánimo. El cuerpo es el primero que se acostumbra a los nuevos horarios, a sus nuevas posturas, al nuevo ritmo de sus necesidades, a sus nuevos cansancios, a sus nuevos descansos, a su nuevo hacer y a su nuevo no hacer. Si tenés un compañero, lo podés medir al principio como a un intruso. Pero de a poco se va convirtiendo en interlocutor. El de ahora es el octavo. Creo que con todos me he llevado bastante bien...
De modo que no tengo respuesta a ninguna pregunta tuya, sencillamente porque carezco de tus preguntas. Pero yo sí tengo preguntas. No las que vos ya sabés sin necesidad de que te las haga, y que, dicho sea de paso, no me gusta hacerte para no tentarte a que alguna vez (en broma, o lo que sería muchísimo más grave, en serio) me digas: “Ya no.""
Es curioso. Cuando uno está afuera e imagina que, por una razón o por otra, puede pasar varios años entre cuatro paredes, piensa que no aguantaría, que eso sería sencillamente insoportable. No obstante, es soportable, ya se ve. Al menos yo lo he soportado. No niego haber pasado momentos de desesperación, además de aquellos en que la desesperación incluye sufrimiento físico. Pero ahora me refiero a la desesperación pura, cuando uno empieza a calcular, y el resultado es esta jornada de clausura, multiplicada por miles de días. No obstante, el cuerpo es más adaptable que el ánimo. El cuerpo es el primero que se acostumbra a los nuevos horarios, a sus nuevas posturas, al nuevo ritmo de sus necesidades, a sus nuevos cansancios, a sus nuevos descansos, a su nuevo hacer y a su nuevo no hacer. Si tenés un compañero, lo podés medir al principio como a un intruso. Pero de a poco se va convirtiendo en interlocutor. El de ahora es el octavo. Creo que con todos me he llevado bastante bien...
De modo que no tengo respuesta a ninguna pregunta tuya, sencillamente porque carezco de tus preguntas. Pero yo sí tengo preguntas. No las que vos ya sabés sin necesidad de que te las haga, y que, dicho sea de paso, no me gusta hacerte para no tentarte a que alguna vez (en broma, o lo que sería muchísimo más grave, en serio) me digas: “Ya no.""
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