No se muere quien se va, se muere quien se olvida
Deseo no estar triste. Pero de vez en cuando me acuerdo de todo lo que el ruido externo trata de acallar. He buscado mil maneras de no morar en ese sentimiento, pero me es difícil. Es quien soy. Un alma oscura. Un misterio indescifrable.
Quisiera no vivir de apegos. Lograr una independencia emocional plena que me permitiera ver la vida con todo el espectro de colores que debería tener. Pero me revuelco en el fango de mis penas como si fuera un hábito arraigado. Casi tan imperceptible como respirar.
Siempre he sentido que mi vida está llena de personas que me abandonan. Y aunque no sea el caso, y que las circunstancias sean tan distintas para cada caso, mi percepción es siempre la misma. Y de ahí parten mis relaciones con el mundo externo. Cada persona que llega a mi vida le asigno, de manera no consciente a priori, un reloj que mide su tiempo. Y así es que encuentro esa tristeza perenne, pensando en cómo cerrar esos capítulos. Es una preparación para un final, aún cuando los principios ni se hayan definido.
Cuánta falta me hace toda ausencia.
Me acostumbro demasiado rápido a sentirme bien. Pero siempre convencido que a medida que me sienta mejor con alguien, mas corto será nuestro tiempo juntos.
Estoy cansado de las despedidas, incluso de las que no se tienen.
Quiero comenzar a conservar gente en mi vida. Pero sobretodo, quiero no pensar en finales. Quiero creer en que fueron felices para siempre me pueda llegar.
Quiero no sentir necesidad de la gente que amo.
Y sobre todas las cosas, quiero poder decir algún dia que he sido feliz.
Comentarios
Publicar un comentario