Ecos

Todo parece normal.

No es mucho lo que pueda decir, aparentemente he perdido un poco el control el día de hoy. Un control fingido, que no existe mas allá de lo perceptible, porque en realidad conozco como estoy.

Cada día es una nueva conquista de pequeñas batallas, en una guerra que pareciera perdida desde antes de pelearse. Pero seguimos en pie. Y mientras así sea, hay que seguir combatiendo.

No se que pasa por mi cabeza. Honestamente son demasiados pensamientos, y un deseo de correr con fuerza lejos de donde todo parece destruido y en ruinas. Pero no es un ambiente físico, sino mi propio universo espiritual el que se haya de esa manera.

La vida esta llena de paradojas. Hay quienes buscan por los cuatro vientos tratando de echar raíces. Y las mías se pudren en este lugar. Me consume la vida todo lo que voy sintiendo. A veces no se si quiero llorar, gritar, esconderme o huir. O hacerlo todo al mismo tiempo.

Y luego, esta aquello de lo que, a pesar de los intentos, huyo y me alcanza.

Dicen que "sufrir" refina el espíritu. Y que la paciencia es un don que implica, precisamente, una capacidad para soportar la aflicción.

Cuanto se va acumulando al pasar de los años, y callando. Cada quien cuenta su historia silente. Cada cual tiene sus propios dolores. Hermoso es compartirlos, apaciguarlos, quizá hasta sanarlos. Pero es difícil compartirlos, o hacer que converjan las necesidades de unos y otros. No se hasta que punto la vida exija deambular con ellos, o si en algún momento se alcanza una cuota y se cumple algún requisito que exime de esta probación. Y luego la vida te aburre a tal punto que buscas su excención. De cualquier manera y por cualquier medio. Válido o no, socialmente correcto, o no.

He tenido tiempo de pensar, pero no he pensado en nada. Estoy en un letargo interminable, un adormecimiento eterno. Veo los días y las noches, como repitiéndose en ese constante espiral de la nada, que hace que el mundo gire y gire, pero yo me siento inmóvil.

Pocas veces he descubierto nuevas alegrías, y son tan breves que se me hacen inmerecidas.

No pasa nada. No cambia nada. Y, sin embargo, voltear al pasado es ver como todo es distinto.

Uno ve la luz entre las ramas, como un pajarito enjaulado, imaginándose como es ser libre. No extraño nada, ni nadie se ha probado imprescindible. Y sin embrago no he podido escapar de todo lo que ya no sirve. Pero llegara el día.

Mientras, uno va escupiendo palabras que rebotan contra las paredes. Y cuando parece escuchar, no es sino el propio eco de los gritos del silencio.








Comentarios

Entradas populares de este blog

Ojalá nunca hayas leído nada de lo que te he escrito...

En libertad

Invicto