El tiempo presente es llamado hoy

Siento una extraña capacidad de ir enterrando el pasado, con todos a quienes incluye. Pero posiblemente sea solo el espejismo de la noche, como suele suceder.

No tengo ganas de sentir hoy. Probablemente me iré convirtiendo en el mismo de antes. Un poco más cada día.

Es en cierto modo gratificante que, por vez primera, utilizare la misma técnica de descarte. Aunque eso sería osado pensarlo, dado que yo soy yo. Sin embargo, hay una verdad innegable: todo va ocupando su lugar.

Abrir la puerta del pasado puede ser peligroso. Pero fue hermoso, sentimental y absolutamente valioso poder reencontrar después de tanto tiempo un rostro conocido, un corazón inmutable y el solaz del alma. Sin juicios, sin pretensión, sin mezcolanza con este pútrido presente que hiede y enferma.

Necesito más de ese pasado en mi presente. Sin excluir los avances personales y la experiencia adquirida.

Borraría todo lo que hay hoy sin repensarlo, sin esa reflexión que advierte una posible necesidad en el futuro. "Ya no hay nada aquí para mí".

Recuerdo hace años, cuando el mundo se caía a pedazos, que mi santuario personal podría haberme dado abrigo. Y no lo intenté. Y la vida se encarga de decirme que allá habría, sin lugar a dudas, espacio para mí.

No habría mucho de lo que hay hoy. Nada, seguramente. Y es que en mi hoy, absolutamente todo se ha probado prescindible. Temporal. Reemplazable. Desechable.

Y en el ayer, todo parece inmutable, constante, permanente.

Me hace falta ese 'amor que redime'. Ese que me cree valioso, a pesar de. El que conoce el antes pero aprecia más el ahora. Que sin el antes no habría ahora, pero que ha sido tal la fuerza del ahora, que el antes no es sino un instante.

Y, entonces, en el hoy no habría nada de lo que nunca ha habido.

Comentarios

Entradas populares de este blog

Ojalá nunca hayas leído nada de lo que te he escrito...

En libertad

Invicto