El mejor dia de mi vida
Recuerdo ese sábado como ningún otro. Recién habías llegado de tu largo periplo, y aunque la noche anterior había sido doloroso saberte en tu constante búsqueda de placeres vanos, y ansiar por esa invitación que nunca llegó, ese sábado se convirtió en el mejor día de mi vida. Fui a la clase de francés como ya era regular. Y lo extraordinario fue inventar con qué llenar la soledad de esa larga tarde, porque no existía garantía alguna de que aparecieras. Y sin embargo, contra todo pronóstico, hasta escuché tu voz en una espontánea llamada a traves de la cual me invitabas a almorzar contigo. Y cancelé de inmediato todos los planes que me había hecho, incluso con la compañia que no me interesaba pero me era útil para amainar tu esperada ausencia, que esa tarde se llenó de ti.
Almorzamos, y escuchamos unas tantas veces las mismas canciones. Y descansamos. Yo de mis eternos caminares sin rumbo, llenos de mis pensamientos de ti. Tu descansabas no sé de qué, tal vez de lo exhausto que ser tu significa.
Era un momento de gloria para mi ver pasar las horas en tu compañía. Horas que se extendieron hasta la media noche. Fuimos de paseo, conversamos, comimos el pollo de siempre, bebimos té, era simplemente tenerte, a tu muy particular manera. Yo me considere enteramente feliz.
Fue, por así decirlo, la última cena.
Luego vino la infranqueable ausencia. La que nunca más se superó.
Volví a vagar, errante. En la soledad y dolor de haberte perdido. Y me conminaste al destierro del olvido. Para siempre.
Hoy fue la excepción. Aunque como siempre, no estás, hoy no hiciste falta.
Hoy quizá pueda finalmente ver tu mausoleo con resignación.
Hoy me detuve a pensar, si este pueda, después de tanto duelo, ser el nuevo mejor día de mi vida.
Ojala tus ausencias hoy hayan sido copadas de almas tan vacías como la tuya, efímeras, inconsantes, de esas momentáneas, de las que calientan tu cama pero no tu corazón. Las mias se acompañaron de historias reales, de risas, de intimidad, no de la que vendes tu, sino de la que se recuerda. Muy similar a la de aquella venta ficticia, pero con el interés que tu nunca mostraste.
Hoy, mientras tu recuerdo fenece y tu memoria se pudre, nacen nuevos ojos que sonríen, y sonrien conmigo y para mí. Es satisfactorio sentirse vivo, sentirse real, sentirse notable. Y ser mas que una oferta de desenfreno, donde al final del día, luego que te usen para disipar vigor, quedarán tus mismos rincones vacíos, esos donde el dinero no alcanza para amoblarlos.
Hoy puede llegar a ser el mejor día de mi vida.
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