Holding on, and letting go

Hoy fue un día de esos que pudiera considerarse buenos. Sin ningún evento extraordinario, y aún así, como pocos en largo tiempo.

Hay cosas que definitivamente han comenzado a cambiar. Entre ellas, ese soltar que elimina un gran peso del alma. Ir superando esa oscuridad que sentí incluso después de saber que todo había finalmente terminado, pero aferrándome a una esperanza absurda de seguir en el eterno viaje por el desierto de la no correspondencia.

Ayer conversé por largo rato con mi familia, como hacía días, quizá meses o años que no sucedía. Incluso incluyó un breve paseo dominical por el mercado, un desayuno ameno y una tarde de tertulia. Era como si esos demonios que anduvieron sueltos desde hace meses hubieran sido expulsados o momentáneamente atados y confinados a su propio infierno, y darme cuenta que, felizmente, hace días que no acechan.

Ya no me duele el recuerdo. Es solo eso. Una bonita experiencia, que si bien estuvo llena de amargura, tuvo momentos gratos. Pero hoy son inventariados entre aquello que con el pasar del tiempo llega a poder desecharse porque hay que hacer espacio para nuevos recuerdos. Al estilo de intensamente. Al basurero.

Alguien tuvo una vez razón en decir que gran parte de todo aquello que me devoraba el entusiasmo por la vida era el que tal. Y hoy así lo creo. Entiendo que mi necesidad de hacerlo a imagen de mi expectativa hacia gran fricción contra la realidad que vivía, pero que cegado por mi propio deseo, no lo quería aceptar.

Hoy que siento que he dejado ir lo que no necesitaba, puedo sentirme mas en paz conmigo mismo, con mi entorno, con mi presente. E incluso anhelar un futuro que por largo tiempo pareció innecesario.

Como dice Ricky, conocerte fue un disparo al corazón. Pero en este renacer, ya obligatorio y casi prescrito, me permito sanar esa herida desde el perdón, y otorgarte a ti el mismo privilegio. Es tu prerrogativa asumir una postura distinta y recriminar por siempre mi absurda actitud, pero a fin de cuentas, no creo haber nunca significado tal cosa como para merecer siquiera un pensamiento de liberación de culpas. Quizá dentro de todo debo retractarme y reconocer que ni eres tan bueno como yo creí, y en efecto guardas rencores que te pesan en el alma. Es hora de que sueltes tu equipaje y puedas volar en libertad.

Mis desvelos ya no son en tristeza y desconsuelo. Honestamente nunca los hubo. Era más el dolor de los días a tu lado sintiendo tu ausencia, pero de noches tranquilas y llenas de resoluciones para olvidarte. Hoy ya no las necesito. Te vas evaporando sutilmente, hasta que de ti no exista sino unos cuantos libros y una lista de canciones. Bienvenido a las filas de los caídos. Trataré de decantar mis sentimientos para no llegar a odiarte. Sería un tanto absurdo tomando en cuenta todo lo dicho sobre el perdón.

He aprendido una verdad absoluta: nadie debe llenar los vacíos de nadie. Nadie debe complementar nada. Debe haber en cada individuo una plenitud tal que solo haya deseos genuinos de compartir esa existencia, pero no de motivarla. Es entonces cuando la incesante búsqueda culmina, porque no es lo mismo compartir abundancia que mendigar sobras.

Dejar ir. Y retener lo que suma, lo que es positivo, lo que merece ser tomado en cuenta.

Hoy retengo lo vivido. Sin excepción. Pero me autorizo a dejar ir la tristeza, la necesidad de necesitarte, y sobre todo, la falsa imagen de perfección que construí en mi cabeza. Hoy escojo confiar en la perfectibilidad del hombre desde su imperfección, y comprometerme a no hacer ídolos de oro en ausencia de mis oráculos.

Hoy te libero de mi para ser libre yo mismo, y te agradezco por desaparecer inexplicablemente así como llegaste. Hoy sé que todo tiene un propósito, o como te dije en cartas, que cada persona tiene mas un para qué y no tanto un por qué. Los tuyos se cumplieron todos.

Consumado es.

Comentarios

Entradas populares de este blog

Ojalá nunca hayas leído nada de lo que te he escrito...

En libertad

Invicto