Si jamais j'oublie

No caeré en la trampa de decir que no te recuerdo. Eres ese recuerdo indeleble en mi mente, pero que afortunadamente ya no causa estupor en mi aporreado corazón.

Te recuerdo. Como aquel pasado que representas, lleno de lo bueno que yo vivía, pero desde la convicción de lo que nunca fuiste, a pesar de lo que yo quería que fueses. Y te pienso hoy con agradecimiento a la vida misma, porque tu tiempo pasó, y me enseñó aquello que quiero, y aquello que deseo jamás yo ser.

Ya no es tristeza, sino aceptación. Saberte inmerso en tus constantes miserias, y satisfecho de no contaminarme yo más con la mentira de una doble vida.

Conocerte fue una lección difícil, pero poco a poco voy desentramando sus enseñanzas.

Ser quien uno es en este mundo que hemos escogido es una decisión valiente. Y los juicios de cada realidad son a veces inevitables. Sin embargo, después de tanto camino recorrido, presumo que vivir con mayor sinceridad y menor miedo debería ser la consigna.

Tu huyes. De todo lo que eres en secreto pero que tus alter ego virtuales gritan discretamente para no levantar sospechas. Yo también huí una vez, pero me condono ante el hecho de haber sido joven, ingenuo e inexperto. Ya en la adultez me importa poco la opinión pública.

Huyes de los estereotipos, quizá por saber que los cumples casi todos con una precisión innegable. Es un temor inexplicable a saberte lo que eres. Y esa sea tal vez la razón de tus muchas versiones de ti.

No lo niego. Sigo pensando en ti. Pero no desde el apego de mi idilio frustrado, sino desde la búsqueda de respuestas a las que no consigo razonamientos válidos. Pienso en como nos conocimos, y lo que surgió a partir de entonces. Y como mi alegría siempre tenue se extinguía al estar lejos de ti, esperando que tus ojos me vieran como los míos te veían a ti: ese todo personificado. Y solo después de tanta lejanía, después de tus palabras al fin sinceras y de mi propia vuelta a la cordura, reconocer que no había espacio para alguien tan amateur en asuntos de la vida real.

Por ahí leí que la dificultad de ser gay es tener que actuar como caballero, coger como puta y lucir como estrella, o algo parecido. Y al ser siempre el nihilista que intento ser es imposible para mi encajar en tal definición. Tu, dentro de tanta dualidad, lo tienes todo, a tu manera.

He conseguido mejores pasatiempos que el sexo. Y si bien ya no extraño nuestras noches juntos, frecuentemente las llamo a este presente distinto, donde son solo una ilusión.

Hoy reflexionaba en cuanto a lo que recuerdo. Y concluía que debería existir un botón que permitiera olvidar todo de ti. Lo bueno y lo malo. Que no dejara rastro de lo que fuiste, menos después que la sombra de tu realidad opacara aquella quimera en que te convirtiera.

No creo que merezcas un pensamiento mío, siendo que yo, ni por error, cruzo los tuyos. De eso estoy absolutamente seguro.

Ya hoy no te persigo. Ya hoy mi alma no necesita mendigar tu afecto. Intento liberarme de tu memoria, si, para alcanzar nuevas alturas.
Ojala no nos encontremos nunca más. Así no tendría que lidiar con mis fantasmas nuevamente.

Se ama una vez en la vida. O quizá muchas. No lo sé. Lo cierto es que lo que sentí por ti fue intenso y fugaz. Me ofusco de tal manera que te deseche de mi vida precipidamente, tal vez. Pero cuán miserable fuera hoy si aún te tuviera cerca, convencido de jamás tenerte.

Es hora de hacer el ejercicio de olvidarte.

Comentarios

Entradas populares de este blog

Ojalá nunca hayas leído nada de lo que te he escrito...

En libertad

Invicto