Corazón de elefante

¿Recuerdas aquella canción que te dediqué silentemente, como todas las que alguna vez me hicieron pensar en ti, por aquellos días de tu viaje a Francia? Hablaba sobre los elefantes, y la memoria infalible que tienen. Hoy vuelvo a dedicarte otra canción sobre elefantes. Porque sí.
No consigo olvidarte. Tal vez jamás lo haga. Tal vez no siquiera deseo olvidarte. Quien sabe. Yo sé que en tu memoria no quedan vestigios de mí, no espero que así sea. Sin embargo, yo sigo pensando en ti con insistencia. Como en aquello que fue muy querido, pero que por vueltas de la vida, hoy no esta. Pero que no tuve tiempo de asimilar esa partida, y aún añoro la presencia de lo que es hoy remembranza del pasado.

Trato de no sentir tristeza al pensarte, pero dime tu si no es triste recordar. Es una ausencia involuntaria para mí, y aún así tan real como el hecho mismo de que no estás hoy, y no estarás nunca más.

Pienso... Si siendo menos estúpido hubiera podido tenerte aún hasta ahora. Y luego entiendo que este sufrimiento vano seria más profundo si estuvieras cerca, e inalcanzable para mi como siempre estuviste.

Y sin embargo, ese no tenerte era tenerte de algún modo. Era llenar mis ratos de lo que tu eres, y sentirme dichoso de ello. Quizá nunca pueda decirte que escuchar tus historias fue mi mejor pasatiempo. Que mirarte a los ojos encendía las luces de mi alma oscura. Que estar contigo, por breve que fuera, brindaba paz a todas las tormentas que luchaba, y lucho, pero que hoy son huracanes indomables de sentimientos baldíos.

Ayer me preguntaron si alguna vez me había enamorado. Respondí con falsedad, tratando de evadir que tu recuerdo efervesciera en mi memoria. Y aún así mi corazón y yo sabíamos que pensar en ti era afirmar una verdad demasiado íntima. Demasiado triste. Demasiado utópica. Demasiado irreal.
Cuestión de tipologías. Quizá si yo hubiera sido otro, también te habrías enamorado de mi. O tal vez no. Quizás yo hubiera sido ese eterno imposible no correspondido. Quizá nuestra historia nunca estuvo destinada a ser, y fui yo quien insistió en crearla. Realmente, siendo honesto, necesitaba alguien como tu. Tu, por el contrario, jamas necesitaste de mí. Y eso es normal, solo que para mí no lo era en ese momento, y por ello me desboqué con acciones que precipitaron un final anunciado.
Parece que fue ayer cuando todo sucedió. Recuerdo con precisión mucho de lo que considero digno de recordar. Y ese mismo recuerdo me atormenta un poco. Porque he anhelado sobreponernos a esta humanidad caída, y rescatar aquello que nos ligaba en la mas absurda de las asociaciones, pero con la sinceridad que yo sentía. Ya hoy todo es parte del recuerdo. Y tu y yo, desencontrados, rotos, remendados. Tu en mejores condiciones, seguramente. Yo... Ni hablar del caso.

Lo cierto es que el corazón de elefante es bien un don, o  un suplicio. Y sin embargo, sigue siendo mi mejor atributo.

Un corazón ligero. Un corazón de elefante.



Comentarios

Entradas populares de este blog

Ojalá nunca hayas leído nada de lo que te he escrito...

En libertad

Invicto