Ne me quitte pas
Y volvío la noche a traer su recuerdo, ya estéril como siempre. Era una extraña obsesión enfermiza que no le abandonaba. Era ya costumbre. Y siempre la misma pregunta, y siempre la misma respuesta. Y siempre la misma esperanza, y la misma decepción.
Y el dolor. Ese que comenzaba a parecer perpetuo, como una muestra física de alguna dolencia quizá moral o espiritual. Sin explicación. Sin causa aparente. Y se preguntaba si estaba muriendo, si silenciosamente aguardaba a su alma el eterno descanso. Podía ser signo de algo real. Ya no podía ignorarlo. Estaba allí, soslayado pero vivo.
Esa noche escogió por recordar una canción que parecía traer con diabólica exactitud aquel inicio incoherente. Y si, aún podía sentir con la misma intensidad. Recordar la luz tenue, la cercanía, el antes, el durante y el después. Era preciso. Su memoria no fallaba cuando revolvía sus miserias.
No había salida. Era un laberinto de la mente. Una flagelación continua. Sabía que no habría un segundo chance. Pero no dejaba de anhelarlo en secreto. La misma pregunta. La misma respuesta. El racionio. Las conclusiones. Las esperanzas. Los hechos incontrovertibles. La necesidad. La melancolía.
Otra noche para pensar. En aquello que no debía, pero que era ya lugar común de sus viajes mentales al pasado. Y el silencio. Y la congoja. Y el querer y no querer. Y el es mejor así, y el ojalá, y el nunca.
Ne me quitte pas. Mais tu m'as quitté déjà.
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