Y cada día, un instante, volver a pensar en ti
" Cada vez iré sintiendo menos y recordando más, pero qué es el recuerdo sino el idioma de los sentimientos, un diccionario de caras y días y perfumes que vuelven como los verbos y los adjetivos en el discurso, adelantándose solapados a la cosa en sí, al presente puro, entristeciéndonos o aleccionándonos vicariamente hasta que el propio ser se vuelve vicario, la cara que mira hacia atrás abre grandes los ojos, la verdadera cara se borra poco a poco como en las viejas fotos..."
~Cortazar~
... Y prosiguió leyendo esa historia, con mayor interés que la primera vez porque le permitía soñar con el Paris de la Maga, y ambicionar ser parte de un relato parecido. Ese se había convertido en su mayor anhelo, aún consciente de que era una meta lejana e improbable, le confortaba el hecho de poder algún día realizarlo.
Había divagado, navegando sobre un mar de pensamientos revueltos, agitados por el viento del recuerdo. Y no entendía mucho los por qué de la vida como le tocaba, pero se iba resignando a su cada vez más dura realidad. Acariciaba ideas absurdas de posibilidades nulas, pero era parte de su entretenimiento. Inventarse momentos que no tenían un ápice de factibilidad era su pasatiempo favorito. Así se aseguraba un poco de locura. Así permanecía ajeno a todo, y alimentaba un mundo que solo el conocía, y que lo conservaba con vida, porque tanta cordura le hacía daño a su alma. Se rehusaba a vivir la realidad que parecía repetirse interminablemente. Y recordaba aquello de que Victor Hugo era un loco que se hacía pasar por Victor Hugo. Quizá así era para él. No era sino un desquiciado con la apariencia intacta de su sanidad fingida.
No tenía ninguna manera de entrenar su mente para seleccionar recuerdos. Y éstos lo consumían en una historia inconclusa, y a la cual debía redactar un fin acorde. Era su propio infierno, a su medida y talla, donde debía encontrar cara a cara esos temores que su alma no desechaba, y que debía liberar para avanzar. Pero tampoco entendía bien hacia donde era el avance.
No había escapatoria. Sintió que jamás podría superar aquella vida momentánea, aquellos breves instantes de gloria que habían endulzado todas sus amarguras. Se recluía en esa acostumbrada soledad como en espera de que el tiempo actuara como aliado de una causa que desde siempre parecía perdida.
Desenterraba desde las profundidades de su alma los momentos más triviales. No de plena conciencia, sino como si algún elemento divino o extraterrenal tocara su memoria y saltaran como un resorte los momentos, todos, grandes y pequeños, simples y complejos, buenos, óptimos y mejores. Aún los malos, pésimos y peores, pero esta lista era breve, con toda la subjetividad que afirmarlo conllevara. Parecía haber demasiados para un tiempo tan corto. Y en efecto, sintió el temor de que le atormentaran toda la vida. Eran suficientes para armar una nueva vida con ellos. Y eso debía ser el infierno mismo. No un lago de fuego y azufre, sino un estado mental de pleno reconocimiento.
El dolor tampoco cesaba. Comenzaba a preocuparle, y estaba casi convencido que era producto de sus cavilaciones. No sabía si pensar que el cuerpo mismo empezaba a resentir su lucha constante.
Tal vez debía meditar con disposición absoluta, y sumergirse en ese océano de la memoria.
Encontrarlas todas, reunirlas. Abrazarlas. Aceptarlas. Y liberarlas desde el amor. Reconocerlas, las buenas y las malas. Agradecerlas. Acogerlas con bondad. Sanar las que fueran necesarias. Barnizar de oro las que eran valiosísimas, y entender que eran suyas para siempre. También existía la posibilidad de que fueran parte de si mismo diseminadas en pequeñas porciones. Eliminarlas solo haría desaparecer una parte de sí. Y quizá, la mayor de ellas estaba representada por la existencia misma de quien les dió su origen. Era imposible desaparecerla. Tenía, irremediablemente, el poder de destruirle, pero todo ser inevitablemente necesita ser vulnerable ante algo. Ante alguien.
A veces solo el dolor. A veces la alegría. Siempre el recuerdo. Hasta que las voces de la memoria se callaran todas. Pero ese día, probablemente, jamás llegaría.
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