El hastío
Hoy es otro de esos días en que provoca incendiar todo y verlo arder hasta hacerse cenizas. Simplemente porque sí.
Ni la lluvia, ni las horas, ni el dulzor de las cosas tienen en este punto habilidad alguna para disfrazar el disgusto de la vida.
Estoy harto del pasado, del presente y de pensar en el futuro.
Pareciera que no hay forma de evitar que mi universo implosione en cualquier momento. No se si serán autocríticas inconscientes o reconcomios no resueltos aún. La misma mierda de siempre, revuelta por un estúpido encuentro fortuito. La falta de trascendencia de hechos aislados. La rutina que va consumiendo los huesos. La vida de vacíos que a uno le toco vivir.
Agarrarlo todo, meter la vida en un saco y caminar lejos. Abandonar ese yo que no me gusta y convertirme en el que quiero ser. Donde no exista nadie conocido, donde todos puedan irse al mismísimo infierno sin yo sentir que los necesito ni un poco.
La vida hoy se reportó insensata, vana, aburrida y repetitiva. No puedo caer en el suplicio de la monotonía si no es por libre elección.
No puedo ahuyentar de mi todo lo que me quita la libertad de ser. Porque lamentablemente estar solo no es bueno, pero me resigne a mi soledad comprada.
Con cuanto gusto me disecaría unos tres años en mi ataúd, dejandolos a todos, sin mirar atrás. Pero Damon es parte de mis fantasías, y nunca semejanza de mis realidades.
Esta gripe no es más que efecto somático de tanta enfermedad espiritual.
Apaguemos el mundo un rato. Mañana, muy a mi pesar, la historia continúa.
Comentarios
Publicar un comentario