En ninguna manera los muertos resucitan.
Ya casi no escribo este tortuoso recuento de mis peripecias emotivas. Creo que poco ha sucedido para merecer unas líneas. Julio pasó desapercibido. Más allá del hambre y la decepción, del abandono y de la desesperanza.
Agosto es una carrera contra reloj. Por aquellos días moría de mengua ante una ausencia absurda. Y hoy, cuando aún es ausencia, ya no muero. Pero mi corazón es tonto y mi memoria viva. Y se me ha dado por esperar tu aniversario como si fuera la fecha de tu retorno. Pero por momentos la consciencia me habla y me hace recapacitar. Y aún así, llevo más de ocho meses contando estos días, para tener alguna excusa para escribirte un saludo, y sentarme a esperar como me ignoras. Así soy yo. Quizá necesite finalmente poner la lápida. Cerrar la tumba. Dejarte morir. Y comprender entonces que no hay fábulas creíbles entre ti y mi. Que todo es oníricamente creado por mí. Y que en ninguna manera los muertos resucitan.
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