Un año Después del adiós.
Sin mucho que contar, hoy solo recuerdo ese amanecer abrupto del 26 de agosto de 2015.
Habíamos conversado la noche anterior. Tu habías disfrutado de una caminata nocturna por la Ciudad de México, haciendo las últimas compras de lo que necesitarías ante la incipiente escasez que comenzaba a sentirse. Había cierta nostalgia. Pero tu mismo dijiste que era hora de regresar a Caracas, porque eso era entonces regresar a casa.
La emoción de tu nuevo apartamento. Lo que traías para decorarlo. Una nueva emoción, la de un nuevo comienzo. Y así nos despedimos. Yo con la emoción de saberte de vuelta. Tu... No sé cual era tu emoción.
La magia de las casualidades. Tu taxista que se quedó dormido me dió la más hermosa de las oportunidades. Era yo tu carta segura. Y así acudí a recibirte, porque fueron 54 días de anhelar tu retorno. Allí estuve. Te traje de vuelta a donde te sabía cercano. Compartimos un inusual desayuno, y nos despedimos con la promesa de vernos esa tarde.
El día pasó con rapidez, a pesar de mis ansias por verte. Hablamos tanto esa tarde. Y fue la mejor tarde de mi vida. Nuestra cena ligera, la conversación tierna, el esplendor de tu presencia, y finalmente Baudelaire. Recitado con el dulzor de tu tono, y el brillo de tus ojos que iluminaban la noche con la misma luz que iluminaban mi alma oscura, y encendían luces a mi triste soledad.
Y luego, muy poco después vino el adiós.
"Después de un adiós ciertas calles, ciertos lugares e incluso ciertas horas del día están prohibidas. La ciudad se convierte en un campo de batalla desierto, sembrado de minas emocionales. Debes cuidar muy bien donde pisas o puedes volar en pedazos..."
Comentarios
Publicar un comentario