Pequeñas Alegrías.

No pensé dedicarte algunas líneas, por ser lector confeso de mis idioteces. Pero estos días me han dejado cierta necesidad de plasmar en letras aquello que el verbo no tiene la elocuencia de transmitir. Quizá odies mi manera de decir las cosas, y el empalagamiento constante, y la emocionalidad insistente. Solo que yo no concibo más que esta manera para sentir. Al fin y al cabo, ¿de que vale estar vivos si no sentimos?
Y siento… como si los días que pase a tu lado fueron suficientes para dejarme con unas profundas ganas de hacerlos constantes en mi vida. Y vaya que ha pasado el tiempo desde que he sentido tal cosa. Sorprendentemente tienes esa chispa que enciende las llamas de mis anhelos, aquella que creí extinguida para siempre, pero que hoy me calienta el pecho, como el sol que brillo durante estos días de asueto, unas vacaciones de mí mismo, y un festín de lo que eres, de tu sonrisa, de tus ojos, del sabor de tu boca cuando besa con deseo, de tu piel que me roza y me despierta todos los estímulos. De saberte a mi lado, como una ilusión de aquello que uno no merece.
Tal vez sea ese el problema. Merecer o desmerecer. No sentirme a veces a la altura de tus exigencias, no ser adecuado, no tener cualidades suficientes, y que entre tantos temores, me veas en mi indignidad de llevarte de la mano, de construir juntos, de ilusionarme tontamente, y de nuevo ver partir de mi vida lo que defendería como la más victoriosa conquista. Te vi llegar una vez, y partir sin dejar huella. Y verte partir ahora sería dejar morir esta última esperanza de felicidad, que responde a tu nombre y lleva tus aromas y sabores.
No me he permitido ser feliz. Disfrutarte en pleno por temor a que se acabe, por encontrarle gusto a tus manías, por hacerme dependiente a la tristeza de la despedida y la incertidumbre de una próxima vez. Y, sin embargo, aquí estoy, domesticado, pensando en tanto que me abruma el sano juicio, sin saber si es apropiado comenzar a sentir esta necesidad de verte al despertar, o el calor de tu cuerpo por la noche, o tus anécdotas que destruí con mis palabras filosas, o tu música para llenar los silencios que solo la compañía grata entiende, o el contorno de tu cuerpo bajo las sabanas, o tu espalda con sus tintes y diseños, o tu vida que parecen cien vidas, o simplemente esto que va naciendo y parece querer florecer, hasta que mis inseguridades aniquilan todo.
No te miento. Ahora siento tu ausencia como si hubieran sido más que pocas horas contigo. Y como no puedo decírtelo porque te dibujo con esa expresión tan tuya, volteando los ojos en desaprobación de tanta cursilería, prefiero escribirlo para desahogarlo un poco, y dejar de pensar en cuan distante estamos de una próxima vez.
Quiero que sepas que soy feliz. Tal vez no por ti, pero si definitivamente contigo. No te opongo la carga de que así sea, pero entre tanta oscuridad has encendido todos los bombillos que se hallaban apagados, llenando de opacidad mis días. Hoy brillan nuevamente e iluminan mi camino. Hoy eres el autor de mis pequeñas alegrías.

“Muchas personas se pierden las pequeñas alegrías mientras aguardan la gran felicidad.”

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