Not broken, just bent

Pudiera llenar páginas enteras de cualquier cosa que pasa por mi mente. Es un carnaval de pensamientos, y no tanto por lo colorido. Es más bien un eterno desfile de razonamientos y conjeturas que no llegan a nada, quizá solo por no decir que siempre llegan a la misma conclusión. Por ello, más vale no extenderse, no seguir zarandeando con ideas vagas, no llenarse de vileza por situaciones que están fuera de control.
Pudiera escribir de muchas cosas, realmente. Pero parezco haber escogido una trágica tendencia de escribir babosadas, conflictos y luchas que enfrento conmigo mismo, experiencias y situaciones que según mi visión del mundo pudieran ser bastante aburridas si a algún fulano lector se le ocurriera detenerse entre estas letras huecas.
Desconozco las razones por las cuales alguien escogería esclavizarse a mi lado. No soy un ser comprensivo, tolerante ni mucho menos amable. Soy quizá el peor de los amantes que una alcoba pueda recibir. No creo que alguien fantaseara conmigo, al menos después de desnudarnos, porque si el fuego de mi alma se transubstanciara en sexo, amantes no faltaran, a pesar de las “deficiencias físicas” con que la naturaleza me invistió.
Intento ser más parecido al resto: Banal, efímero, fatuo, relativo, desinteresado, jovial, coherente y sociable. Son todas caretas de adaptación que nunca han prestado para mi ineptitud social. Y pudiera culpar a Goethe de mis cuitas, no tan dramáticas como las de Wherther, pero siempre impregnadas de ese mismo romanticismo idiota que aprendí de él, y de tantos otros que se me ocurrió escudriñar en el camino. Y es que si el común entendiera la corriente romántica, no usaría el término con tanta ligereza. Ni lo menospreciara, ni lo tildara de cursilería. Pero mientras ellos lean Coelho y fabulas como las sombras de Grey, yo leo Kundera y razono conceptos filosóficos, a Kafka y Hesse y su existencialismo, y a Cortázar y Benedetti, si, porque la poesía tiene su encanto.
Tal vez debí jugar a la adolescencia, y explorar mi morbo con curiosidad, y no experimentar prematuramente las cosas que hoy en día me frustran por haber perdido el deseo en ellas. Pero la sexualidad es un tópico más denso, y del que menos puedo hablar, al menos en estos espacios. Para contar peripecias íntimas necesitaría menos pudor y más valentía. Y aun así, ante este mundo decadente, y quienes me rodean, serían, quien sabe, tonterías de muchacho. Solo puedo revelar que de una gran parte de mi experiencia no podría ni decir un nombre porque honestamente los ignoro. O recordar rostros, porque entre drogas, alcohol y juicios morales, la mente se atenúa. Así pues, romántico o no, también he buscado llenar vacios del alma con placeres carnales, solo para terminar aburrido también de ello.
No entiendo bien esta fase de adultez. La recurrencia de este sentimiento de plena insatisfacción es perenne. De mi padre parezco no haber heredado ni su gracia, ni su buen parecer, ni su inteligencia, mucho menos su apetito sexual o sus habilidades de aposento. Sólo esta terrible tendencia a ser un depresivo de mierda. Y, sin duda, teniendo un revolver, quizá tendríamos el mismo desenlace.
Si huyera – fantaseo – he considerado el hecho de que nada cambiara. Porque sea donde este, sería yo. Aun tendría mis pensamientos, y mi retorcida manera de ver el mundo. Y esa realidad seria más cruenta y terrible. Pero quizás ayudara respirar nuevos aires, ver nuevos rostros, pasear calles diferentes. Y comenzar a vivir.
Hay momentos en que estando acompañado, uno se siente solo. Incapaz de estar a la altura de otra persona, bien por su camino de vida, o por su desinterés. He concluido que persigo a seres abollados por su existencia, que han resuelto ser como son por sus lecciones de vida. Y lejos de comprender, me frustra lo cíclicas que mis elecciones son. Debería llegar el momento cuando, a pesar de las vicisitudes, alguien quiera amar a otro como si fuera algo nuevo. Como si fuera la primera vez. Y no hacerlo expiar culpas ajenas, o propias, quien sabe, pero determinantes en el carácter y actitud que asumen. Me fastidia un poco que estén fríos porque no apreciaron su calor, que no besen porque desbesan su pasado, que no abracen porque se abruman del contacto, que no quieran porque sus corazones están secos de haber querido en vano. Yo he besado, querido y abrazado, y cada vez que renuevo el sentimiento siento las mismas ganas. Pero siempre, siempre escojo a los rehabilitados. Y termino yo en cuidados intensivos. Esta vez asumiré las cosas con mayor escepticismo, de manera que no anticipemos un felices para siempre, ni un fin intempestivo, sino que la dinámica de los sucesos nos depare alguna novedad sin inferencias.
Hay veces que estas, y otras tantas no. Hasta que quizá un día busques, y yo ya no este. No en represalia, ni con llanto y crujir de dientes. Solo habré volado a nuevos acantilados, como Juan Gaviota, porque la vida es más que comer o pertenecer a la bandada.
Te quiero, es cierto. Como no recuerdo haber querido antes a alguien del mundo real. Pero mientras yo te hice único en el mundo, yo aun soy semejante a cien muchachos. Se nos agota el tiempo. Y mi soledad mira,con burla, desde una esquina de mi alma, esperando que reconozca que me posee para siempre. No le des espacio. O, en vez, lo que has de hacer, hazlo ya. El día que tú faltes será doloroso. Pero prefiero que llegue, a sentarme a esperar que tú vuelvas a sentir. Amar no hiere, sino cuando no sabemos hacerlo. Creí que aprendería contigo. Pero te me perdiste hace días cuando me di cuenta que no podía seguir encadenado a un sentimiento itinerante. Cuando me dijiste que no sabias si querer amanecer conmigo otra vez. Mientras yo cada noche te sigo extrañando. Soy el hombre de mi vida. No el de la vida de nadie.




Comentarios

  1. Soy fulana lectora y me pregunto: ¿Quien podría decir que lo escrito desde el corazón es una babosada?

    Te leo, escribí. Que no nos cobran por expresar lo sentido.

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