Invicto

 Ha sido una noche larga. De esas de las que hace tiempo no tenía. De las que están llenas de silencios que atormentan, de pensamientos que se van aglomerando y congestionan todo raciocinio. 

Una vez más amé. Demasiado pronto, quizá. Demasiado intenso, tal vez. Demasiado breve, como siempre.

Tengo heridas abiertas. Sobre cicatrices  que existen de batallas pasadas, y que se abren hoy nuevamente. Son fantasmas que vuelven de un más allá que parecía extinto, pero que llegan insidiosamente para perturbar la paz de los vivos.

Insistí en no confiarme, pero me confié. Insistí en no creerme, y me demostré que mi cebero es más astuto que mi corazón.

Qué manera de llegar y qué manera de irse. Y uno siempre recuerdas más las despedidas. 

Y hablamos. De mi sobre todo, y también un poco de ti. Abrí mi cofre de tesoros silentes. Te conté de mis vivencias más íntimas. Te conté de metas y proyectos para animarte a vivir con ilusión y apaciguar tus tristezas. Nos hicimos uno. Conocí tu cuerpo y tus miedos. Enjugué tus lágrimas unas tantas veces. Me prometí hacerte feliz para borrar aquello que parecía doloroso. Pero la duda siempre susurró a mi oído. Cercana. Intrigante. Llena de tanta verdad que era innegable escucharla. 

Viví en un pequeño cajón de cristal que fue recibiendo grietas con cada pequeño hallazgo. 

Soy desconfiado por naturaleza, y curioso por defecto. Tengo una habilidad irrepensible para convertir dudas en certezas. 

Amar debe ser un acto recíproco. No exigido, ni persuadido. Y en esa libertad que brinda la autodeterminación, se escoge por voluntad propia ser compañero. 

Me duele mi tiempo, mis atenciones, haber abierto mi vida a ti con tan poca reserva. Me decepciono a mi mismo por dejarme jugar tu perverso juego. En un tablero conocido y con estrategia conocida. Pero en esta partida mi única salida era un jaque mate. Un paso adelante o atrás, un paso a los lados, y ya no había más salidas. Vi caer tú rey ante todas mis posibilidades de victoria. 

Y sigo invicto. Aunque pierda, siempre gano. Porque conservarme inmune ya es ganancia. Levantarse del suelo y sacudirse el polvo, adolorido por los golpes recibidos, es ganar. Derroté una mentira en serie que cada vez se hacía más repetitiva y menos creíble. Y me voy con la convicción de haber sabido siempre que no me querías. Pero que bien se sentía mentirnos un poco. Tu a mi. Y yo a mí.

Te deseo amor. Para que puedas un día vivir lo que anhelas y no puedes tener.

Yo afortunadamente lo conozco, lo siento y lo vivo. Aunque de esas historias haya mucho por corregir. 


Este es el fin. Porque decidí que solo yo me doy segundas oportunidades. 


Comentarios

Entradas populares de este blog

Ojalá nunca hayas leído nada de lo que te he escrito...

En libertad