Abatidos, pero no derrotados

Día largo. Lleno de sus constantes arrebatos, de idioteces usuales, y de mucha, mucha decepción. No por los hechos, sino por las expectativas.

He sobrevivido, sobre todo, por la idea de que era necesario un punto de quiebre. Para poder recobrar mi vida de a poquito, esa que fui perdiendo por ilusiones vacuas, de cosas huecas como yeso. Y esa tristeza enorme me llevo a hablar con Daniela. Todos los sábados la veo, sonriente. Con ese optimismo que, si fuera alguien distinto, hasta me contagiaría. Y es que es de esas personas que llena el corazón de compasión. Digo compasión, no lastima. Y no es algo negativo. Es una ternura especial, de esas que no sentía desde hace anos, mientras me tocaba por las circunstancias forzarme a ser un mejor ser humano. Daniela tiene un defecto en sus piernas. Pero las ganas de correr de un triatlonista. Y una sonrisa prístina, unos ojos iluminados por la pureza del alma, y una voz dulce como de niña. Estudia el 11avo nivel de francés, al tiempo que termina la carrera de comunicación. Es un ser humano lleno de vida. No se escuda en sus circunstancias para regodearse en su miseria. Es mayor que ellas, y las domina.

Y yo, con el pleno vigor de la edad adulta, muero un poco cada día.

Morir no es fenecer. Es resurgir. Y porque si todo permanece no hay cambio ni progreso, es necesario que se cumpla. No es dar término taxativo, es recomenzar. Esa debe ser la idea que se plantee a partir de hoy. Renovar lo gastado, lo anejo, lo caduco. Y levantarse como el fénix, de las cenizas, con ímpetu y ganas.

No soy ajeno a la soledad. La conozco desde siempre. Y hasta ahora nada ha fallado. He culminado tres décadas completas sin ningún resquemor. Está bien, alguno que otro, pero nada insuperable.
Hoy he pensado mucho en lo que termina. Porque los ciclos son impredeciblemente finitos. He pensado mucho en mi amigo Juan Gaviota. Emil y su amor por Demian. Pero es hora de pensar en mí.

Estoy hastiado de las malas historias. Tengo talento suficiente para escribirlas mejor. Y creo que eso será determinante a partir de hoy. Recordar quién es el autor de la obra, y tener en cuenta siempre que los libretistas la cagan con frecuencia. Y por ende, no debo dejar que la flojera venza, debo siempre escribir yo mismo para que tenga coherencia. Ya no escribiré fantasías idílicas de amores juveniles. Mucho menos las consabidas historias de mis putas tristes. Es momento de sentarme y recibir a mi musa inspiradora, y dejar que las letras fluyan con serenidad, reescribiendo todos los capítulos inconclusos.

Confío que serán historias interesantes. Habrá principios y desenlaces. Serán narraciones lineales, en primera persona. No evocaran ninguna temporada anterior. Sera una renovación completa. Habrá nuevos personajes. No serán sombríos, ni ininteligibles. Tendrán un perfil psicológico bien definido, serán personajes llenos de las pasiones humanas naturales, sin endiosamientos ni utopías. Serán realistas, y serán reales.

Así como nadie pone remiendo de paño nuevo en vestido viejo, porque tal remiendo tira del vestido y se hace peor la rotura, ni echan vino nuevo en odres viejos; de otra manera, los odres se rompen, y el vino se derrama y se pierden los odres; pero echan el vino nuevo en odres nuevos, y lo uno y lo otro se conservan juntamente, así yo remendare mi vida, con cosas nuevas. No será inmediato, porque no hay formulas instantáneas en este proceder. Pero debe comenzar a nacer el deseo genuino de hacerlo.
Ya hemos comenzado a cavar la tumba. El cadáver hiede desde hace rato, perola hediondez era perfumada por el deseo egoísta de que aun viviera. Como Elena Gilbert en negación de la muerte de Jeremy. Llena de sentimentalismo, de desolación, de miedo. Y armando el berrinche de saberse sola. De ver morir a cada uno de los que quiere. Resignada al hecho de que ya no hay nada más para ella, o para quien es en ese momento. Solo el dolor de la pérdida, y la arrechera de no entender por qué es necesario tanto sufrimiento. El desconcierto del vacío. La molestia de las voces que tratan de apaciguar los gritos de su silencio. “There’s nothing here for me anymore…”



Acabemos esta historia, que ha sido larga y tediosa, como cualquier telenovela. Este será que… ¿el tercero o cuarto final? Quién sabe.

No más espacio para desilusiones. Ya no caben en la cámara oculta. La puerta se ha cerrado, mis amigos. En mi cabeza es una gran puerta, de madera labrada, pesada, con mangos de hierro, polvorienta, y cuyo eco al cerrar resuena en el vacio de lo que ya no hay dentro.

“You lock your heart and you leave the key at home. And you never open it here. It's impossible to fall in love with someone unless you open your heart. Your heart is the only organ that has any ability to get into love, you see. Nobody falls in love unless they want to, unless they're trying to. Nobody does, nobody ever did.
So we just don't fall in love unless we are fooling around. We never fall in a crater unless we are somewhere near the edge of it. I have been up to Vesuvius and on a number of craters and volcanoes, and I know you just don't ever fall in a crater unless you are on the edge of it. And so you just keep your hearts locked. So, can I impress that again? Lock your hearts and leave the key at home! Wherever you live, leave the key home with your folks. And your heart—it's only that part of it that deals with people generally that you open up. We just can't tolerate it, can we? We can't individually, we can't totally.”

Nadie entra. Y poco a poco sacaremos lo que queda dentro.

Que lastima, pero ¡Adiós! Me despido de ti, y me voy.



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