El último adiós

Han sido días de una extraña ausencia. Ni siquiera comparable con la que existía cuando nos separaban los mares hasta el Viejo Continente. No la comprendo pero la acepto, con la resignación propia de cada cual en su derecho a no ser molestado. Ciertamente me incomoda porque no le hallo explicación convincente, pero uno debe aprender cuando no hay espacio para sí.

Siempre imaginé que este silencio llegaría, porque es propio de nosotros los pesimistas esperar aquello que no queremos. Y sin embargo, me sorprende no equivocarme. Solo espero la orden para devolver tus llaves, tus libros y alguna otra cosa que no recuerde. Las memorias, esas si las conservo yo. Las conversaciones, los buenos ratos y la agradable compañía, esas me las quedo hasta que se pierdan en la niebla del olvido.

Extrañaré, por seguro, las canciones, la práctica de francés a la que me rehuse siempre y la tranquilidad de tu hogar, esa que anhelo incesantemente, y que cada día renovaba al extenderme la invitación y permitirme la entrada. Gracias por ser el bálsamo de mis heridas, aunque no lo merezca. Y sobre todo por ser esa voz amiga, esa mano fraterna, ese abrazo necesario. Simplemente, gracias.

Llegaste en un momento oscuro, cuando todo parecía destinado a una destrucción repentina. Fuiste una suerte de superhéroe emocional. Quizá de allí parten todas las malinterpretaciones que di a tu particular manera de ser tú. Pero no fue del todo mala la experiencia. Me sirvió para entender a Platón:  el amor al conocimiento, a la sabiduría y a la belleza, lejos de todo tipo de alusión pasional. Un individuo encontrará el amor cuando tenga una visión cercana a la que se tuvo como alma en la cual se apreciaba sobre todas las cosas la belleza mientras se contemplaban las ideas, en tanto, esa luz sobre la belleza se encontrará en el cuerpo de la persona que se ama o que se empieza a amar. La visión del alma del otro es lo que Platón consideraba como amor profundo. Un amor entre hombres que se trasmiten conocimiento, amor homosexual, ya que la mujer en ese entonces era vista como sujeto pasional de los deseos más eróticos y también como madre. Por tanto, el amor según Platón se produce entre los hombres después de haber llegado a una plenitud en la comunicación sobre conocimiento y filosofía, acercamiento que se produce después de la visión de esa alma.

No te quiero "frikear" con el mismo tema de siempre, sino expresarte mi más sincera visión de lo que personificas. Y por ello también debo decir: Gracias!

La vida cuesta más para algunos. Y no me refiero a status económico. Creo que es mejor esta lejanía espontánea, para no apagar tu luz que brilla. Me doy cuenta que no es mi manera de verte. Sino que todo aquel que recibe de tu plenitud queda prendado de ese no se qué, de ese extraño misticismo que posees. ¿Y cómo no enamorarse de alguien como tú? No es descabellado en lo absoluto, sino plenamente entendible para todo el que se haya cruzado contigo, conocido tus historias y sobre todo, escuchado tu música.

Pero yo... Tengo esa extraña disposición a la tristeza.

Cuando te fuiste, fue un tiempo difícil para mí. Era perder la escasa compañía que extinguía mi eterna soledad. Y la tristeza fue grande. De esas que uno cree insuperable. Así, por consejo de alguien fui a ver al psicólogo. Primero reconociendo que si estoy un poco loco bien valdría la pena un diágnostico profesional. Y de ella aprendí que a veces conocemos personas que nos hacen "cargar su bolsa de mierda con nosotros". Y me dije a mi mismo que alguien con tu buen espíritu, tu buen humor y tu sonrisa no merecía contaminarse con mi profundo desánimo. Por eso no te escribía a menos que tu lo hicieras, porque no podía arruinar tus alegrías pospuestas por mas de un año en Venezuela. Pero hoy, dadas las circunstancias, puedo liberarte de esa nubecita gris que siempre me acompaña, y que la última vez fue claro según tus palabras que mojaba tus incipientes nuevos ánimos.

Ya creo que se nos hace largo este adiós, porque pudiera escribir eternamente y no sentir que he agradecido suficientemente cada hora, cada día, cada cena, almuerzo, desayuno y cada galleta que irrespetuosamente comí. Gracias también por los libros que me regalaste, serán también parte del recuerdo perenne de tu amistad.

Quizá otro día no lejano conozcas que por aquellos días en que contaba tus ausencias escribí de como mi historia más bonita siempre serás tu. Por ahora solo eso menciono. Y así te conservaré hasta que ya la memoria no me sirva.

"Me hubiera gustado decir: "Érase una vez un principito que vivía en un planeta poco más grande que él, y que necesitaba un amigo..." Hace ya seis años que mi amigo se fue con mi cordero. Si ahora intento describirlo, es para no olvidarlo. Es triste olvidarse de un amigo. No todos hemos tenido un amigo. Y puedo volverme como los mayores,  que solo se interesan por las cifras... Mi amigo nunca daba explicaciones. Quien sabe, a lo mejor me creía semejante a él. Pero yo, por desgracia, no sé ver los corderos a través de las cajas. Acaso soy un poco como los mayores. Tal vez he envejecido."

Un abrazo fuerte. Para hoy y para siempre, si alguna vez lo necesitas.

Juan.

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