I want a ticket to anywhere
Hoy no puedo conciliar la misma tónica medio optimista de ayer, porque soy un rollercoaster of emotions, inentendible siempre y con altibajos que nunca me son extraños.
Ayer me parecía completamente conquistable la idea de comenzar a andar de nuevo por la vida sin ese peso de tristeza que implica querer a alguien de la manera equivocada, y con tanta irracionalidad. El acostumbrado problema de los obsesivos como yo, de empecinarse en ideas que no pueden concretarse.
La misma historia de siempre. Las mismas ganas de siempre. El mismo pensamiento recurrente. Y el mismo hastío de una circunstancia que aparentemente ha decidido quedarse por mas tiempo del previsto. Y esa enorme necesidad de no seguir sintiendo nada. De convertirme en piedra, de acallar todo lo que mis voces me dictan al oído.
No evito pensar en Pablo. Viene a mi mente con la fuerza de todos los recuerdos juntos. Cuando analizo concienzudamente como soy y lo que siento, y como el era y sentía. Quizá en mucho mas que el fenotipo seamos semejantes. Quizá nos turban las mismas cosas, y sentimos los mismos vacíos en el alma, los mismos desánimos, los mismos miedos, las mismas angustias. Siempre lo pienso. Pienso en que cosas pasarían por su mente cuando aquel diciembre le dio fin a sus flagelos. Pienso en cuántos le habrán hecho sentir tan solo que emprendió un viaje a la más funesta de las soledades. Pienso qué dolores habría en su alma, para los cuales nunca encontró remedio. Pienso en las veces que acarició en su mente su gran escape. En cuánto ruido habría a su alrededor que le aturdía la conciencia. Y en el momento mismo en que todos los ruidos se apagaron para siempre. Si reencontrarnos diera respuesta a todas mis interrogantes, quizá habría una segunda oportunidad para querernos, o al menos para aceptarnos tal cual éramos, tal cual somos. Y seguramente conversaríamos de cómo vemos la vida que vivimos, y como lamentablemente nuestros afectos no tienen la misma intensidad por las mismas personas, inclusive del uno para con el otro.
Cuando Cristo habló sobre sí, a muchos les perturbó su discurso en gran manera. Incluso a algunos quienes fervientemente le habían acompañado como discípulos. Supongo que con la mayor tristeza en su alma, pero con la mayor valentía que brinda la verdad, aun dura e intransigente, el increpó a quienes aun parecían indecisos, "También vosotros queréis iros?"
Ya todos se han ido. Ya no tengo a quien desafiar con una invitación como esa. Me pregunto si algún día alguien se quedará. Pueda que el día que quieran quedarse ya me haya ido. Pero hasta ahora, ni siquiera necesito cuestionarlos, ellos por si mismos se perturban, y van rompiendo filas voluntariamente. Lo que no llegan a saber es que sus ausencias son dolorosas, y después de mucho duelo ya no hay manera de darles cabida. Porque la aflicción de la ausencia oprime el corazón, y el retorno que nunca se creyó posible, se hace innecesario.
"Cuando duermas, mi bella tenebrosa, en el fondo de un monumento construído, en mármol negro, y no tengas por alcoba y mansión más que una bóveda lluviosa y una fosa profunda; cuando la piedra, oprimiendo tu pecho miedoso y tus flancos que ablanda una molicie encantadora, impida a tu pecho latir y querer, y a tus pies seguir su curso aventurero, la tumba, confidente de mi sueño infinito —porque la tumba siempre comprenderá al poeta— durante esas largas noches de las que el sueño ha sido desterrado, te dirá: "¿De qué te sirve, cortesana imperfecta, no haber conocido lo que lloran los muertos?" —Y el gusano roerá tu piel, como un remordimiento."
Solo queda partir. A cualquier lugar. En este u otro mundo, quien sabe. And finally see what it means to be living.
Ayer me parecía completamente conquistable la idea de comenzar a andar de nuevo por la vida sin ese peso de tristeza que implica querer a alguien de la manera equivocada, y con tanta irracionalidad. El acostumbrado problema de los obsesivos como yo, de empecinarse en ideas que no pueden concretarse.
La misma historia de siempre. Las mismas ganas de siempre. El mismo pensamiento recurrente. Y el mismo hastío de una circunstancia que aparentemente ha decidido quedarse por mas tiempo del previsto. Y esa enorme necesidad de no seguir sintiendo nada. De convertirme en piedra, de acallar todo lo que mis voces me dictan al oído.
No evito pensar en Pablo. Viene a mi mente con la fuerza de todos los recuerdos juntos. Cuando analizo concienzudamente como soy y lo que siento, y como el era y sentía. Quizá en mucho mas que el fenotipo seamos semejantes. Quizá nos turban las mismas cosas, y sentimos los mismos vacíos en el alma, los mismos desánimos, los mismos miedos, las mismas angustias. Siempre lo pienso. Pienso en que cosas pasarían por su mente cuando aquel diciembre le dio fin a sus flagelos. Pienso en cuántos le habrán hecho sentir tan solo que emprendió un viaje a la más funesta de las soledades. Pienso qué dolores habría en su alma, para los cuales nunca encontró remedio. Pienso en las veces que acarició en su mente su gran escape. En cuánto ruido habría a su alrededor que le aturdía la conciencia. Y en el momento mismo en que todos los ruidos se apagaron para siempre. Si reencontrarnos diera respuesta a todas mis interrogantes, quizá habría una segunda oportunidad para querernos, o al menos para aceptarnos tal cual éramos, tal cual somos. Y seguramente conversaríamos de cómo vemos la vida que vivimos, y como lamentablemente nuestros afectos no tienen la misma intensidad por las mismas personas, inclusive del uno para con el otro.
Cuando Cristo habló sobre sí, a muchos les perturbó su discurso en gran manera. Incluso a algunos quienes fervientemente le habían acompañado como discípulos. Supongo que con la mayor tristeza en su alma, pero con la mayor valentía que brinda la verdad, aun dura e intransigente, el increpó a quienes aun parecían indecisos, "También vosotros queréis iros?"
Ya todos se han ido. Ya no tengo a quien desafiar con una invitación como esa. Me pregunto si algún día alguien se quedará. Pueda que el día que quieran quedarse ya me haya ido. Pero hasta ahora, ni siquiera necesito cuestionarlos, ellos por si mismos se perturban, y van rompiendo filas voluntariamente. Lo que no llegan a saber es que sus ausencias son dolorosas, y después de mucho duelo ya no hay manera de darles cabida. Porque la aflicción de la ausencia oprime el corazón, y el retorno que nunca se creyó posible, se hace innecesario.
"Cuando duermas, mi bella tenebrosa, en el fondo de un monumento construído, en mármol negro, y no tengas por alcoba y mansión más que una bóveda lluviosa y una fosa profunda; cuando la piedra, oprimiendo tu pecho miedoso y tus flancos que ablanda una molicie encantadora, impida a tu pecho latir y querer, y a tus pies seguir su curso aventurero, la tumba, confidente de mi sueño infinito —porque la tumba siempre comprenderá al poeta— durante esas largas noches de las que el sueño ha sido desterrado, te dirá: "¿De qué te sirve, cortesana imperfecta, no haber conocido lo que lloran los muertos?" —Y el gusano roerá tu piel, como un remordimiento."
Solo queda partir. A cualquier lugar. En este u otro mundo, quien sabe. And finally see what it means to be living.
Comentarios
Publicar un comentario