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Mostrando entradas de agosto, 2016

Un año Después del adiós.

Sin mucho que contar, hoy solo recuerdo ese amanecer abrupto del 26 de agosto de 2015. Habíamos conversado la noche anterior. Tu habías disfrutado de una caminata nocturna por la Ciudad de México, haciendo las últimas compras de lo que necesitarías ante la incipiente escasez que comenzaba a sentirse. Había cierta nostalgia. Pero tu mismo dijiste que era hora de regresar a Caracas, porque eso era entonces regresar a casa. La emoción de tu nuevo apartamento. Lo que traías para decorarlo. Una nueva emoción, la de un nuevo comienzo. Y así nos despedimos. Yo con la emoción de saberte de vuelta. Tu... No sé cual era tu emoción. La magia de las casualidades. Tu taxista que se quedó dormido me dió la más hermosa de las oportunidades. Era yo tu carta segura. Y así acudí a recibirte, porque fueron 54 días de anhelar tu retorno. Allí estuve. Te traje de vuelta a donde te sabía cercano. Compa...

La relatividad del tiempo.

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No sabemos quién lleva la medida del tiempo. Tampoco si el tiempo es una relación variable para todos por igual. Ni mucho menos si para otros ese transcurrir de días tiene algún significado más profundo. Pero puedo decir que he visto caer las hojas del calendario, pero mi corazón y mis recuerdos permanecen inmutables al paso del tiempo. No se atenúan, no se extinguen. Tampoco se refuerzan ni se revalorizan. Solo continúan estáticos, invariables, llenos de la misma melancolía de siempre, y de los mismos anhelos absurdos que la conciencia del ahora diluye en la realidad de los hechos. A veces viajo en el tiempo, para darle cierto aire de frescura a esas memorias que huelen como los buenos libros guardados en la biblioteca. Esos que al abrirlos nos transportan a una época mágica, donde vivimos las mismas historias que cuentan con tanto realismo que perdemos la noción del aquí y el ahora, y encarnamos esos personajes que ríen, sufren, y a veces, hasta mueren de amor, como el joven Werth...

En ninguna manera los muertos resucitan.

Ya casi no escribo este tortuoso recuento de mis peripecias emotivas. Creo que poco ha sucedido para merecer unas líneas. Julio pasó desapercibido. Más allá del hambre y la decepción, del abandono y de la desesperanza. Agosto es una carrera contra reloj. Por aquellos días moría de mengua ante una ausencia absurda. Y hoy, cuando aún es ausencia, ya no muero. Pero mi corazón es tonto y mi memoria viva. Y se me ha dado por esperar tu aniversario como si fuera la fecha de tu retorno. Pero por momentos la consciencia me habla y me hace recapacitar. Y aún así, llevo más de ocho meses contando estos días, para tener alguna excusa para escribirte un saludo, y sentarme a esperar como me ignoras. Así soy yo. Quizá necesite finalmente poner la lápida. Cerrar la tumba. Dejarte morir. Y comprender entonces que no hay fábulas creíbles entre ti y mi. Que todo es oníricamente creado por mí. Y que en nin...