Holding on, and letting go
Hoy fue un día de esos que pudiera considerarse buenos. Sin ningún evento extraordinario, y aún así, como pocos en largo tiempo. Hay cosas que definitivamente han comenzado a cambiar. Entre ellas, ese soltar que elimina un gran peso del alma. Ir superando esa oscuridad que sentí incluso después de saber que todo había finalmente terminado, pero aferrándome a una esperanza absurda de seguir en el eterno viaje por el desierto de la no correspondencia. Ayer conversé por largo rato con mi familia, como hacía días, quizá meses o años que no sucedía. Incluso incluyó un breve paseo dominical por el mercado, un desayuno ameno y una tarde de tertulia. Era como si esos demonios que anduvieron sueltos desde hace meses hubieran sido expulsados o momentáneamente atados y confinados a su propio infierno, y darme cuenta que, felizmente, hace días que no acechan. Ya no me duele el recuerdo. Es solo eso. Una bonita e...